lunes, 12 de noviembre de 2007

UN MITO TERESIANO ABULENSE

12-octubre.-2007


Decir algo sobre San Teresa de Ávila, o Santa Teresa de Jesús, o simplemente para nosotros los abulenses La Santa, es casi obligado en estas fechas; pero decir algo nuevo sobre su vida, su obra, sus valores humanos, o sus valores espirituales, es casi imposible, aunque siempre habrá comentarios, explicaciones, y otras publicaciones, habiendo sido las mas llamativas algunas investigaciones dedicadas a temas tangenciales, como por ejemplo sus enfermedades reales, para querer explicar algo que difícilmente tiene una explicación terrena.
Pero hay algunas cosas que se repiten con cierta asiduidad que son falsas, y que lo digan otros esta mal, pero que los abulenses lo repitamos, no es perdonable.
Los mitos de los Cuatro Postes.
Primer mito que muchos repiten, la leyenda negra casi de odio a lo abulense, siempre sin fundamento real e histórico. Aquí dicen que Santa Teresa en plan andariego descansó y se sacudió las zapatillas mirando a la ciudad diciendo: de Ávila, ni el polvo.
Segundo mito: Es menos conocido, pero también circula por ahí, diciendo que aquí se sentó Santa Teresa y al sacudirse la zapatilla contra una piedra, ésta quedo gravada en la misma, motivo por el cual los abulenses construyeron mas tarde en su entorno ese humilladero llamado de los Cuatro Postes.
Tercer mito: Aquí dicen que fue el lugar donde su tío Francisco detuvo a sus sobrinos y hermanos, Teresa y Rodrigo, que siendo niños se marcharon de casa en busca de martirio.
La falsedad del primer mito lo desmiente la misma Santa Teresa, pues jamás se manifestó en contra de su ciudad natal, donde vivió la mayor parte de su vida, salvo los tiempos de las fundaciones de sus palomarcitos. Aquí nació, aquí paso su juventud y a veces muy alegre, aquí se escapó para entrar en la Encarnación, aquí fundó su primer convento del Carmelo reformado, con muchos quebraderos de cabeza y oposiciones, pero fue aquí donde quiso hacerlo, aquí tuvo sus confesores y orientadores, aquí volvió para ser la priora del Monasterio de la Encarnación, y aquí quería venir a morir, pero la voluntad de Dios y por medio la voluntad de la Duquesa de Alba, hizo que no pudiera ser, bien a su pesar, pero que ella aceptó porque solo pidió un poquito de tierra para su cuerpo.
El segundo mito no merecería ni un comentario, por absurdo y para todo aquel que tenga una mínima cultura, de lo que representaban los humilladeros que se construían en las entradas de casi todas las ciudades; el actual monumento del siglo XVI, que estuvo cubierto con tejado a cuatro aguas, se levantó sobre otro medieval donde se celebraba una romería dedicada a San Leonardo. Pero como lo he oído y he visto escrito, hay que decir que es falso.
El mito del encuentro con su tío, no fue aquí, sino en el puente románico sobre el Adaja, el único que entonces existía, lugar obligado de paso a la salida y entrada a la ciudad, paso estrecho donde no había escapatoria a los encuentros frontales. Teresa y Rodrigo, aquella con siete años, después de pensar que el cielo querían ganarlo lo mas pronto posible, deciden ir a buscar a los moros, a los infieles, para que les descabezasen. La niña Teresa, que podía ser pequeña pero no tonta y estaba bien orientada, no podía dirigirse hacia el norte y tierras de Salamanca, es decir marchar por el camino de los Cuatro Postes, sino en todo caso hacia el sur, pero no les dio tiempo ni siquiera a salir del puente, donde su tío extrañado de esa salida de los pequeños, les hiciera volver a casa. Este camino, hacia el Punte del Adaja, lo recorrerá mas tarde, ya con doce años, a la muerte de su madre, para encontrarse con su otra madre celestial, bajo la advocación de la Virgen de la Caridad, talla románica que entonces se encontraba en la ermita de San Lázaro, desparecida, a la salida de la puerta de la muralla a su izquierda.

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