viernes, 2 de noviembre de 2007

THOREAU

19-octubre.-2007

En el año 1960, este personaje norteamericano que vivió en la primera mitad del siglo XIX, en efigie fue colocado en el Panteón de los Héroes Norteamericanos junto a figuras como Washington, Lincoln o Edison, máximas representaciones relevantes de la Historia de su país. ¿Quién era este hombre para recibir tales honores? Muchos fueron sus méritos, pionero de los escritores norteamericanos, filósofo, naturalista y también pionero de los modernos ecologistas como defensores éticos del medioambiente, fue fabricante de lapiceros, pero sobre todo fue un anarquista en el mas puro sentido de lo que es el anarquismo, en traducción literal “no tener jefe”, es decir, el poder directo de la persona sobre su vida. Pero si en síntesis tuviéramos que definir el por que de estos honores, tal vez quedaríamos extrañados de cómo lo hizo el presidente de los Estados Unidos Clinton, que en 1998 le propuso como “modelo de las mejores prácticas ciudadanas y la superioridad moral de la desobediencia civil sobre la violencia”.
Pero esta postura no es gratuita frente a los que ostentan el poder y la fuerza, bajo el paraguas de alguna legislación cambiante. Thoreau, al igual que Gandhi, tuvo que ir a la cárcel, cuando aquel se negó a pagar impuestos por su oposición a la guerra contra Méjico, o a la esclavitud. En esta época escribió su tratado La desobediencia Civil, que se basa en una idea principal: el Gobierno no debe tener mas poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle; como esto es casi imposible en la practica, incluso en sistemas democráticos, el fue mas allá en sus pensamientos ya descaradamente anarquistas, declarándose enemigo del Estado, la abolición de cualquier tipo de Gobierno, contrario al capitalismo y a la burguesía. Su tratado influyó en personajes pacifistas como Gandhi o Martin Luther King, e incluso en León Tolstoi, definido como cristiano libertario.
La idea anarquista ha estado siempre presente en la humanidad, pero la imagen que tenemos del anarquismo moderno es ser de izquierdas y violento, juvenil y progre, con reminiscencias bohemias, cayendo en los mismos errores que se quieren combatir, por lo que lo ideológico pasa a un segundo plano, para convertirse en acciones de masas presuntamente descontroladas y muy violentas, que pretenden conseguir los cambios sociales por la fuerza, el pasotismo, el desorden y a veces, el terror.
El anarquismo llega así a ser una idea utópica, irrealizable en la practica al menos de forma masiva, siendo propia de mentes que comprueban tener demasiadas ataduras a su alrededor y les gustaría ser mas libres. Pero lo que si prevalece y permanece en el resto de los seres pensantes, es la idea del poder que tienen los Estados y sus Gobiernos, que van mas allá en sus decisiones de lo que los ciudadanos les han otorgado, no digamos en Estados absolutistas, dictaduras o tiranías, sino en Estados con democracias llenas de imperfecciones, en los que parece estar muy a gusto la clase política de partidos, pero que al resto de la población les cansa y les resulta opresivo. Ácrata no es lo mismo que anarquista, aunque aparezcan como sinónimos, pues aquel es en traducción literal “el no violento”, aunque tengan en común la no aceptación de ninguna imposición, y mucho menos si es coercitiva, es decir, la utilización de la fuerza que no tiene que ser necesariamente física sino de cualquier tipo, que tiene por fin el condicionar el comportamiento de los individuos. Ser ácrata en todo es utópico e irrealizable, pero seguro que todos nos hemos sentido ácratas en temas y situaciones concretas. Pero en el llamado Estado de Derecho, que ejerce la coerción legal, con la amenaza de la sanción, que al fin y al cabo es una forma de violencia, en el caso de ejercer la desobediencia civil; por eso es un alivio pensar en lo dicho por Clinton al hablar de Thoreau, que era “el modelo de las mejores prácticas ciudadanas y la superioridad moral de la desobediencia civil sobre la violencia”.
Poner ejemplos no procede, y que cada cual los busque, pues yo no los voy a imponer, por coherencia.

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