jueves, 24 de enero de 2008

DE TÉMPORAS

Ávila, 01 de octubre de 2005

Ayunar ya no se lleva. ¡que tontería ayunar! ¡Comamos y bebamos, que son tres días! Ayunar se dio, y aun queda algún resto, en todas las culturas, religiones y tiempos. La implantaron los griegos, los romanos, los judíos, los musulmanes, y como no, también los cristianos hasta el Concilio Vaticano II que lo redujo casi a un signo testimonial, dejando libertad a las Conferencias Episcopales nacionales en este asunto. Con un trasfondo religioso de penitencia, tenía otros efectos profilácticos en muchos, pues permitía descansar de comidas abundantes o nocivas para la salud, permitiendo que nuestro organismo hiciera alguna depuración natural y descanso al menos doce días al año. Hoy día, en cuanto dejamos de hacer alguna comida a la que estamos acostumbrados, incluido el desayuno (dejar el ayuno), o el delicioso aperitivo, y cualquier niño pequeño que aprende enseguida, decimos: ¡tengo hambre! Palabra injustamente pronunciada; se puede tener apetito, o ganas de comer, o simplemente gazuza, pero ¡HAMBRE! es una palabra demasiado importante cuyo significado y efectos no conocemos en este mundo desarrollado. Hasta hace poco, el calendario litúrgico de la iglesia católica, y desde sus orígenes, tal vez una influencia mas de las costumbres paganas revestidas con un significado religioso cristiano, se dividía en cuatro témporas que coincidían con las cuatro estaciones, primavera, verano, otoño e invierno, al principio de las cuales y durante tres días, miércoles, viernes y sábado, se ayunaba porque estos días se suponía coincidían con los días mas señalados de la Pasión de Cristo: el miércoles porque fue el día en que Judas vendió a Jesús; el viernes, cuando fue crucificado, el sábado, cuando su cuerpo fue sepultado. Algunos españoles mayores recordaran las Bulas de la Santa Cruzada, que existieron después de la guerra Civil, que se “compraban” nominalmente en las parroquias para poder estar exentos de hacer ayuno o abstinencia la mayoría de esos días señalados por la iglesia. Esta y otras prácticas revestidas de donativos seguramente necesarios, degradaban el aspecto religioso, aquí y en otros sitios del orbe cristiano, hicieron que el Vaticano II desterrara con toda razón el ayuno mercantilizado. Pero además, para creyentes y no creyentes, el inicio de las témporas sirven para que alguien haga predicciones de cómo va a ser el tiempo atmosférico el próximo año, observando como es el viento, y otros mas sofisticados, según sea la posición de los astros en esos días, que por tradición son: Témporas de primavera, miércoles, viernes y sábado de la segunda semana de Cuaresma; Témporas de verano, miércoles, viernes y sábado después del día de Pentecostés; Témporas de otoño, miércoles, viernes y sábado siguientes al día de la Exaltación de la Santa Cruz, que es el día catorce de septiembre; las Témporas de invierno, miércoles, viernes y sábado siguientes al día de Santa Lucia, que es el trece de diciembre. Hay alguna variante, cuando las fiestas de la Santa Cruz o Santa Lucia caen en miércoles, haciendo una traslación a la semana siguiente para hacer el vaticinio. Curiosamente este año 2005, la fiesta de la Santa Cruz ha caído en miércoles, por lo que las observaciones fueron los días 21, 22 y 24 de septiembre, para predecir como será el otoño del próximo año. Para el incrédulo estas predicciones no tienen ninguna base racional, y el P. Feijoo las trató de superchería. Pero aun en muchos sectores, sobre todo rurales, se sigue creyendo en estas predicciones, porque en algo tiene que creer ese mundo agropecuario que sigue mirando al cielo, y aun se sigue vendiendo el Calendario Zaragozano, al precio irrisorio de un euro, que entre muchos datos curiosos de fiestas y ferias en pueblos de toda España, lo importante son las predicciones del tiempo y las fases lunares. Este calendario nació a mediados del siglo XIX en Cantabria, y se llamó en un principio El repertorio de Don Mariano Castillo y Ocsiero. Se cuenta que cuando Don Mariano era muy anciano, su hijo era el encargado de redactar los pronósticos, le preguntaba: Padre ¿Qué pongo, tiempo bueno o tiempo malo? Y aquel le contestaba: Pon lo que quieras, hijo, menos nieve en el verano.

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