jueves, 24 de enero de 2008

AVILA Y EL TERREMOTO DE LISBOA

Ávila, 22 de octubre de 2005
Uno de noviembre de 1755, día de Todos los Santos. Son las diez de la mañana de un sábado plomizo. En muchas iglesias se esta celebrando el Oficio Divino propio del día, aquel señalado por la Iglesia para recordar en su conjunto a todos los que habiendo muerto en santidad, no han sido conocidos ni tienen ninguna imagen en los altares; para los vivos, junto al día de Difuntos, están para que recordemos, incluso los que se han olvidado de Dios pero no de la muerte, a los familiares y seres queridos; aunque solo sea una vez al año, acaso con flores de plástico que duraran hasta la próxima visita, mucho mas que una simple y frágil flor natural, inimitable, efímera, sentida. En el fondo del mar, al suroeste del cabo San Vicente, una falla tectónica del Atlántico se mueve durante solamente dos minutos, con una intensidad de grado X; tiembla el fondo del mar, y se arrastra llegando a terreno firme de Portugal, sur de España, norte de África, también mas lejos, y sigue así perdiendo fuerza, llegando a Cataluña ya con un grado III. Junto al movimiento de tierras, el movimiento del mar, colosal columna de agua sobre aquella zona que se hunde en un principio, y cuyo efecto se nota en las costas, retirándose las aguas hacia el interior dejando ver en los fondos de los puertos como en Lisboa, o en Cádiz, los restos hundidos y jamás vistos. El terremoto y la violencia del tsunami tiran casas, y desplazan sillares de muchas toneladas de los malecones. En Lisboa, al derrumbarse los muros, el fuego de los hogares crea un pavoroso incendio en aquellas construcciones con mucha madera, que se extiende y arrasa casi toda la ciudad; solamente aquí, 50.000 muertos y la ciudad arruinada. En España daños importantes en Astorga; en Salamanca; en Sevilla, la Giralda tiembla y sufre grandes daños; en Cádiz, se rompen las murallas. Hay réplicas y mas temblores que parecen duran una infinitud; en Madrid, la Cruz de la iglesia del BuenSuceso se desprende y mata a dos niños. Esta desolación es tan importante, que el rey Fernando VI, El Prudente, ordena al Gobernador del Supremo Consejo de Castilla, que por entonces era el Obispo de Cartagena, información según un cuestionario de ocho preguntas, para ser contestado por las “personas de mayor razón” de los principales sitios afectados. Esta abundante documentación la recoge el Archivo Histórico Nacional, y la Real Academia de la Historia, y se encuentra en la monografía nº 19 de la Dirección General del Instituto Geográfico Nacional, Los efectos en España del terremoto de Lisboa, de José Manuel Martínez Solares. ¿Qué pasó en Ávila? De los cuarenta y siete informes recogidos, la mayoría pertenecen a la zona de la Moraña. En el de Ávila capital, hecho por el Intendente Marques de VillaCampo, no se mencionan daños cuantiosos ni materiales ni personales. Es admirable que el informe se haga antes de que sea solicitado, celo de algunos funcionarios que hemos padecido, que se pasan, como ocurrió con el expolio de la Biblia de Ávila, que casi sin secarse la tinta del decreto, ya estaba en la Catedral el Gobernador a arramplar con todo, nefasto decreto añadido a la desamortización, que no pudo llevarse a cabo, excepto en sitios desgraciados como las catedrales de Ávila y Toledo; pero el daño ya estaba hecho y jamás reconocida esta rapiña estúpida por la Administración del Estado. Es encantador leer alguno de estos informes; por ejemplo el del vecino de DonJimeno, Juan Cibicos,: “Que el día de todos los Santos, a las diez de la mañana, estando todo el pueblo en la iglesia oyendo misa, se sintió un movimiento y temblor de tierra, en que parecía que todos los que estaban en dicha iglesia padecían desmayos o congojas, y que las sepulturas se levantaban, y que las paredes se reclinaban y bamboleaban, y que el órgano y la tribuna se hundían, y que las maderas del techumbre rechinaban, y las lámparas se meneaban, a cuyo movimiento se alborotó la gente diciendo:”¡que se arruina la iglesia!”, y que entonces se salió la gente de ella, con mucha apresuración. Pero no sucedió desgracia alguna. Y que solo se vio en la laguna que esta junto a la iglesia había crecido como una vara alrededor de ella. Y que este movimiento, duraría como medio cuarto de hora”.

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