02 de agosto de 2005
Dicho así con esta rotundidad, exige alguna explicación. Pero lo primero, como buena praxis para no despistar al que siga leyendo, es exponer el tema y su por qué. Usamos mucho esta palabra, neutro, como sustantivo, o neutral como adjetivo, o sus similares, indiferente, indeterminado, ambiguo, indefinido, indistinto, ni una cosa ni otra, ni positivo ni negativo, ni hombre ni mujer, ni de derechas ni de izquierdas, ni blanco ni negro, ni ácido ni básico; ni religioso ni laicista, etc., etc.
No haría falta indicar cosas a las que aplicaríamos este término, pero muchos temas de actualidad nos hacen entrar en su significado, porque bajo una palabra, una más de nuestro idioma, se puede encerrar alguna aviesa intención. Puede ser blanco y puede ser negro, pero también puede ser gris, que no es ni blanco ni negro, sino gris; puede estar frío o caliente o templado. Puede ser creyente, y puede ser agnóstico, incluso ateo, pero se es creyente, agnóstico o ateo. Se puede ser religioso y se puede ser laicista. Se puede ser positivo y negativo, alegre y triste, guapo y feo, mudo y parlanchín, sabio o ignorante o tonto, rico o pobre o clase media, patrono u obrero. Se puede ser una cosa, o la contraria u otra distinta. Se puede ser algo; lo que no se puede es no ser nada, un vacío a rellenar. Por que se es o se llega a una de estas situaciones es algo que se me escapa. Unos lo llaman destino, hado, predestinación, fario, suerte, esfuerzo, sino, providencia, fatalidad, azar, la voluntad de Dios. Podemos llegar a una cualquiera de esas situaciones por voluntad propia, pero a veces también se llega por imposición. Para lo primero es necesaria la libertad del individuo; para la segunda la fuerza, la coerción del que manda.
Hoy tenemos un tema de actualidad, que no es uno mas entre tantos que nos disgustan o nos repelen, unos que ya se ven y otros que podríamos llegar a ver: los matrimonios entre homosexuales, error político y social, cuando los derechos individuales se podrían haber reconocido sin confundir e igualar lo normal con lo anormal; una España que puede saltar en mil pedazos, por egoísmos, por dejadez, por sentimientos pueblerinos, por desconocer la historia; unas iglesias que son mas nacionalistas que católicas (universales), porque lo humano llega a pesar mas que lo divino. Pero el que deberíamos sentir como tema grave y prioritario, porque ahí esta el futuro, es la formación de seres vacíos, mejor dicho, la deformación del ser humano a través de la educación, y porque el fantasma de las profecías de Huxley vuelve a rondar sobre la humanidad, y concretamente sobre este territorio.
Una nueva ley de educación va a ser impuesta, porque así son las leyes. No importa como se haya gestado; es una ley, y punto. Detrás o delante de esta ley está la idea estatalista de la escuela única y laica, que el paternalista Estado da a sus súbditos porque cree que es lo que mas les conviene. Referente a “única” me viene a la memoria aquel chascarrillo de épocas pretéritas, cuando en las monedas constaba aquello de España “una, grande y libre”; y un paisano preguntaba a otro: ¿sabes porque pone una? Y el otro respondía: porque si hubiera otra me iba a la otra. Pero lo de laica, que traducen por neutra, con la aparente buena intención de que así no hay adoctrinamiento ninguno porque no hay instrucción religiosa; y no confundir con catequesis, que es otra cosa. Aparte de los contenidos técnicos de la ley, que lo discutirán los especialistas, esta ley no es neutra, pues para no ser algo, no consiste en no ser nada, un vacío a rellenar mas tarde, sino que se es ya algo, en este caso, laico, irreligioso, tal vez ateo; incluso puede llegar a ser anticristiano. Habría que recordar una vez mas que los hijos no son del Estado, sino de sus padres, los cuales, desde el amor de una familia, les dan lo que mejor quieren para ellos. Y la neutralidad es una trampa en la que no se debe caer, porque lo neutro no existe. La opción a elegir en igualdad en algo tan fundamental, es un derecho que no se puede abandonar ni delegar en un Estado que no es nadie frente a los derechos de los padres. Los votos en esta democracia imperfecta, no legitiman para imponer todo lo que quieran los gobernantes y su ideología. Lo de neutro suena casi a insulto, y seria tristísimo decir a un niño: Chico, eres un neutro.
lunes, 3 de diciembre de 2007
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